Diversificar los Cultivos, Estrategias para Mejorar el Campo Colombiano en el Posacuerdo


“El país merca en el exterior y privilegia las mejores tierras para producir combustibles, mientras el equivalente a la población de Bogotá padece hambre” - El profesor Yesid Carvajal de la Escuela de Ingeniería de los Recursos Naturales y del Ambiente- EIDENAR, de la Universidad del Valle, expone los retos que enfrenta el sector agrícola en el marco del posacuerdo. Entrevista.

Con la llegada del posacuerdo, Colombia se enfrenta al desafío de cómo mejorar el campo y reducir la pobreza extrema en las zonas rurales. La tierra está concentrada en unas pocas manos, la mayor parte de los campesinos no tienen tierra para producir, y de los que la tienen, más de la mitad no poseen título, el 83% no tiene maquinaria, y más del 80% no tiene asistencia técnica, ni sistemas de riego.

Este fue el primer punto que se discutió en La Habana, en cual el Gobierno y las Farc definieron varias estrategias para erradicar la pobreza y garantizar la soberanía alimentaria. 

El campo colombiano requiere cambios urgentes. Por un lado están las zonas ocupadas por los grupos al margen de la ley que a través de los años han sufrido desplazamiento de campesinos, expropiación, despojo de la tierra, cultivos ilícitos y más violencias por parte de distintos grupos ilegales. Por otra parte, existen zonas que el mismo gobierno ha entregado en concesión a multinacionales extranjeras para producir monocultivos o para exploración minera, que generan conflictos ambientales, aumentan la pobreza y la degradación ambiental en los alrededores. 

El propósito del posacuerdo es garantizar el adecuado uso de estos territorios erradicando los cultivos ilícitos y permitiendo la agricultura a pequeña y gran escala y la minería. Así como garantizar que los habitantes del campo puedan producir sus propios alimentos para vivir dignamente.

Colombia está hecha para la biodiversidad. Según algunos expertos la clave es diversificar los cultivos con otras semillas como por ejemplo la soya, que se cultivaba en Colombia pero que bajó su producción desde los años noventa, pues debido a la apertura económica, se volvió más fácil comprarla afuera que producirla. Actualmente se importa el 80% de la demanda de soya del país y el 85% del maíz que consumimos.

Para el profesor Yesid Carvajal, docente de EIDENAR, el gobierno nacional priorizó la producción de agrocombustibles por encima de la producción de alimentos. Lo que explica en parte por qué en el Valle del Cauca hay una sobreexplotación del cultivo de la caña: de ésta se extraen las materias primas para producir agrocombustibles Etanol, compuesto obtenido de la fermentación de azúcares que puede utilizarse como combustible y recurso energético más limpio que los derivados del petróleo; siendo considerado por algunos un recurso energético sostenible, mientras que para otros es causante de deforestación e incremento en el precio de los alimentos, y cuyos beneficios son cuestionados.

“En la actualidad, el tema de los agrocombustibles es álgido, porque se da en un contexto en el cual, de 7.300 millones de habitantes que tiene el planeta, 1.000 millones no tienen qué comer; y 2.000 millones carecen de seguridad alimentaria por diversas causas, que se potencian entre otras, por el impulso de los agrocombustibles en la agenda mundial, para vincular 1.000 millones de vehículos al mercado” - Señala el profesor Carvajal, quien afirma que “el sector azucarero y palmicultor colombiano cuentan con apoyos del gobierno, que les ofrece incentivos estatales para hacer viables estas inversiones a través de subvenciones, subsidios, y garantías que incluyen exención de impuestos, obligatoriedad en la mezcla de gasolina con etanol y diesel, incremento de precios, declaración de zonas francas especiales, estabilidad jurídica, etc”.

Y añade que “la soya es un cultivo indicado para la labranza de conservación de suelos, y por su calidad nutricional, es de importancia para la soberanía alimentaria del país, cuyos mayores beneficios en la Colombia del posacuerdo se verían en la implementación de sistemas sostenibles de cultivos semestrales en rotación, en el marco de un esquema de cadenas productivas que beneficien al pequeño y mediano agricultor”. 

Sin embargo, su mercado debe diferenciarse del de la soya transgénica importada y de grandes extensiones de monocultivo, para implementar un modelo de cultivo ambientalmente amigable que contribuya a la equidad social del campo y a la democratización de la distribución de la tierra, evitando la exposición de agricultores al glifosato y a la erosión del suelo, entre otros.

“En esta nueva realidad del posacuerdo, cabe hacerse varias preguntas sobre las implicaciones ecológicas que tendría en Colombia el cultivo de especies transgénicas y los efectos que puede causar el uso de agrotóxicos, que requieren algunas de dichas variedades, en el ser humano y en los alimentos elaborados con Organismos Genéticamente Modificados”, concluye el profesor Yesid.








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